Es un conjunto de técnicas y estrategias sistemáticas y estructuradas que tienen por objetivo activar y ejercitar las distintas capacidades y funciones cognitivas del individuo (memoria, atención, orientación, lenguaje, razonamiento, abstracción, cálculo, planificación de actividades de la vida diaria y percepción sensorial entre otras) con el fin último de mejorar su rendimiento.
Las capacidades cognitivas, al igual que las motoras, responden positivamente al ejercicio constante y repetido incrementándose su función. Explicado de una forma coloquial podríamos decir que el cerebro es un músculo que necesita acción, y que la estimulación cognitiva es, en definitiva, una forma de “gimnasia mental” estructurada y sistematizada que tiene por objetivo ejercitar las distintas capacidades cognitivas y sus componentes.
Estimulación y rehabilitación cognitiva son conceptos absolutamente diferentes. La rehabilitación cognitiva se lleva a cabo en pacientes que han tenido un daño cerebral adquirido de cualquier causa (como un ictus o traumatismo cráneo-encefálico) sufriendo un daño cognitivo estático, no progresivo, y persigue el objetivo de recuperar o compensar las funciones cognitivas que hayan podido quedar alteradas.
Sin embargo, la estimulación cognitiva se utiliza con fines terapéuticos en pacientes con enfermedades neurodegenerativas como Alzheimer, Parkinson o Esclerosis Múltiple, en las que el deterioro cognitivo es progresivo. En estos casos se ejercitan tanto las funciones cognitivas alteradas como las preservadas con el objetivo de mantener el mayor tiempo posible las capacidades intelectuales del individuo. A diferencia de la rehabilitación, la estimulación cognitiva tiene por objetivo enlentecer la progresión de la enfermedad, no recuperar las capacidades cognitivas que ya se han perdido.
Aunque se puede utilizar con fines preventivos en el envejecimiento sin deterioro cognitivo (entrenamiento cognitivo), su utilidad terapéutica se centra en aquellos pacientes que tienen enfermedades neurológicas degenerativas como la enfermedad de Alzheimer y otras demencias, la enfermedad de Parkinson o la Esclerosis Múltiple.
Es importante señalar que sólo son candidatos a recibir este tipo de terapia aquellos pacientes que presentan un deterioro cognitivo leve a moderado, por lo que es importante acceder a este servicio lo antes posible. Cuando el deterioro cognitivo y funcional es muy avanzado la terapia de estimulación cognitiva no se puede aplicar.
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Estimular y mantener las capacidades mentales mejorando el rendimiento cognitivo.
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Evitar el aislamiento del entorno y potenciar las relaciones sociales.
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Dar seguridad para aumentar la autoestima, la independencia y la autonomía personal.
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Disminuir el estrés y evitar reacciones psicológicas anómalas.
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Generar sentimientos de control sobre el entorno y reducir la indefensión.
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Mejorar el rendimiento funcional y el desempeño en las tareas cotidianas.
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Mejorar los sentimientos de bienestar emocional, psicológicos y de salud general.
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Mejorar la calidad de vida del paciente y de sus familiares o cuidadores.
Actualmente son cada vez más las aportaciones científicas publicadas que avalan la eficacia de la estimulación cognitiva, siempre y cuando se lleve a cabo correctamente, en centros especializados y por personal experto (neuropsicólogos y neurólogos). Un programa de estimulación cognitiva mal guiado puede ser contraproducente. En este sentido es importante señalar que esta terapia no se puede aplicar “a granel “ sino que para que sea eficaz hay que diseñarla específicamente para cada paciente, según cuál sea su patología, el grado de afectación en cada momento evolutivo de la enfermedad y las áreas cognitivas mas alteradas.
La estimulación cognitiva no es un pasatiempo sino un tratamiento que se ha demostrado tan eficaz como los fármacos antidemencia que tenemos disponibles actualmente, tanto en la mejoría de los déficit cognitivos como de los síntomas afectivos y conductuales. Por ello, consideramos que el tratamiento más adecuado de un paciente con Alzheimer u otra demencia debe ser aquel que proporcione un abordaje integral, combinando el tratamiento farmacológico con la terapia de estimulación cognitiva.
Se trata de un conjunto de ejercicios que se llevan a cabo en talleres grupales, mediante tareas de lápiz y papel y con ayuda de un soporte informático. Se crean pequeños grupos de hasta 6 pacientes, que se distribuyen homogéneamente según el grado de deterioro cognitivo. Cada sesión tiene una duración de dos horas y se realiza dos veces por semana.
Durante las sesiones no solo se trabaja la memoria, sino también el resto de las áreas cognitivas afectas como la atención, la orientación, el lenguaje, el razonamiento, la abstracción, el cálculo, la planificación de actividades de la vida diaria y la percepción sensorial entre otras.
No obstante, hay que advertir que tenemos que ser especialmente cuidadosos a la hora de planificar un programa de estimulación cognitiva ya que no es válido cualquier ejercicio, ni se puede realizar de cualquier forma. Siempre es necesaria una evaluación previa del sujeto y reevaluaciones constantes que permiten la adaptación de la terapia a medida que progresa la enfermedad.
En determinados casos nuestra neuropsicóloga facilita a los familiares ejercicios para que el paciente realice en casa como refuerzo a la estimulación de determinadas áreas cognitivas.