Es una evaluación en la que un neuropsicólogo infantil, a través de una extensa batería de test estandarizados, puede conocer si un niño tiene un desarrollo cognitivo global adecuado a su edad o si, por el contrario, presenta dificultades en algún área cognitiva concreta.

Se utiliza para evaluar a aquellos niños con un daño o disfunción cerebral conocida pero también es una herramienta diagnóstica muy útil en aquellos niños que presenten un retraso en el neurodesarrollo de causa desconocida.

Se considera, por tanto, una prueba complementaria muy valiosa para establecer el diagnóstico de patologías como los Trastornos del Espectro Autista (TEA) o el Trastorno por Déficit de Atención e Hiperactividad (TDAH), y en todos los casos aporta una información imprescindible para planificar una intervención terapéutica personalizada.